
En Cali es común sentarse en una salsoteca y observar, con asombro, a quienes bailan en la pista. Puede parecer paradójico —pues la idea de asistir a estos espacios es bailar—, pero resulta inevitable: el estilo de baile caleño tiene un poder hipnotizante. Por eso, uno de los eventos más esperados de la 68.ª Feria de Cali es el Salsódromo, que se llevará a cabo este 25 de diciembre en su escenario tradicional, la Autopista Suroriental.
Las revoluciones con las que se mueven los pies parecen imposibles de contar; algunos incluso lo consideran un deporte. Sin embargo, no se trata solo de velocidad. Esa es apenas una parte de la fórmula. El baile caleño nace también de lo que muchos llaman “los glóbulos negros”: el swing heredado de las raíces afrodescendientes y del gusto musical por un género que, con el tiempo, ha creado todo un ecosistema cultural.
El periodista y amante de la historia de la salsa en Cali, Héctor Fabio Mosquera resalta que “sin la presencia afrodescendiente, tal vez nosotros (los caleños) no tendríamos la inspiración o las formas en las que nos enseñaron a bailar nuestros hermanos, quienes fueron migrando, primero desde Buenaventura”.
“El estilo de baile caleño no es solo mover los pies rápido. Nuestro estilo se caracteriza por la forma especial que tenemos al hacer los pasos como el punta talón, la patineta y demás. O sos nuestro ingrediente sí es bailar rápido, pero no es lo único que nos identifica, incluso el baile caleño se puede bailar de manera cadenciosa”, explica Jhon Jairo Rodríguez, bailarín con más de 25 años de experiencia y coreógrafo del ala tres del Salsódromo 2025.
Uno de los ingredientes esenciales de este estilo es el talento, ese don heredado que se refleja en la manera como los bailarines interpretan la música. A diferencia de otros lugares del mundo, donde el cuerpo se guía principalmente por la melodía, en Cali los pies responden directamente al ritmo. Esta forma de bailar dialoga con los acentos musicales —el bongó, los metales, los cortes de la orquesta—, convirtiendo al bailarín en un intérprete activo de la salsa.
Cali tiene un estilo propio, conocido internacionalmente como salsa caleña, cuyo segundo gran ingrediente es la velocidad, acompañada de precisión y energía. A diferencia de otros estilos que concentran la atención en la parte superior del cuerpo, la técnica caleña se enfoca principalmente en los pies: pasos cortos, rápidos y constantes, ejecutados en gran parte sobre la punta, tal como lo exige la canción. Aun así, el cuerpo se mantiene erguido, como señal de elegancia y control.

“El baile caleño es muy exigente, porque hay muchas figuras y juegos de pies. Tenemos variedad de pasos, lo cual hace que tengamos que estar 100% concentrados; además nos exige mucho esfuerzo físico y que tengamos una preparación física muy alta”, explica Jhon Jairo Rodríguez, bailarín con más de 25 años de experiencia y coreógrafo del ala tres del Salsódromo 2025.
Durante décadas, el mundo de la salsa estuvo marcado por dos grandes estilos: el cubano, basado en el pilón —danza de raíz africana que simboliza el acto de moler café y maíz— y caracterizado por el movimiento de hombros hacia la cadera; y el estilo de Los Ángeles, en línea, centrado en giros y figuras. La aparición del baile caleño transformó ese panorama. No fue una casualidad, sino la expresión de un proceso cultural que ya se venía gestando en la ciudad.
Desde la década de los años 80, en la capital del Valle comenzaron a convocarse bailarines para presentaciones artísticas, lo que abrió el camino para que este estilo llegara a escenarios internacionales. Fue en una competencia transmitida por ESPN cuando una pareja caleña provocó una verdadera explosión mediática y capturó la atención del mundo.”Cuando la primera pareja de baile fue a este canal, l gente enloqueció, eso fue la sensación, y ahora estas parejas han conquistado grandes escenarios como el Super Bowl”, explica Mosquera creador de contenido del canal Salseros de Raza.
El crecimiento del baile caleño ha sido tal que hoy existen competencias especializadas que lo evalúan, con participantes tanto caleños como provenientes de distintos países. En el ámbito competitivo, este estilo se juzga tanto por su rigor técnico como por su expresión artística. Los jurados valoran la limpieza de los pasos, la musicalidad, la resistencia física y la capacidad de mantener la energía durante toda la coreografía sin perder precisión.
Más allá de la destreza corporal, lo que se premia es la capacidad de representar una tradición nacida en los barrios de la ciudad y llevada al escenario. Así, el baile caleño se consolida como una expresión cultural que combina disciplina, espectáculo y memoria colectiva.
Aunque el talento parece fluir de manera natural entre los caleños, esta fórmula no sería posible sin disciplina. Xiomara Rivas, una de las directoras artísticas del Salsódromo 2025, asegura que: “la disciplina es muy importante. Somos muy disciplinados en formarnos, porque no podemos negar que ser bailarín de salsa caleña tiene un alto nivel de complejidad. Sin constancia y sin disciplina no sería posible llegar hasta donde estamos, y esto implica todo un estilo de vida porque asistir a los ensayos y entrenar hace parte, pero también cuidamos nuestro cuerpo comprendiendo que nuestro cuerpo es nuestra herramienta de trabajo”.

La salsa llegó a Cali a través de los sonidos que ingresaron por el puerto de Buenaventura y se arraigaron en los barrios populares, especialmente entre comunidades migrantes que se identificaron con las letras y los autores del género. A esto se sumó la influencia del cine mexicano —en pleno auge durante esas décadas— y el swing heredado de las raíces afrodescendientes. Sin embargo, para Cali la salsa es más que historia: es un estilo de vida, una forma de amar el arte y una herramienta de construcción social y de paz.
“La salsa ha crecido de manera exponencial para nosotros los bailarines. Ahora es el sustento de vida de muchos de nosotros. Pero es un fenómeno que apenas se está presentando, yo vengo de barrios populares, donde bailábamos gratis por amor al arte, pero ahora hemos crecido y aprendido a valorar nuestra cultura”, comenta Rodríguez.
Las escuelas de baile no solo transmiten alegría y técnica; con el tiempo se han convertido en espacios de cuidado para niños y jóvenes, en alternativas de sustento y en puentes culturales con el mundo. A través de ellas, propios y extranjeros descubren una forma única de interpretar la música con los pies. Permitiendo que jóvenes de todos los sectores de la ciudad lleven en alto la bandera de nuestra ciudad.
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